viernes, 7 de septiembre de 2007

EN BUSCA DE JOSEFINA (SEGUNDA PARTE)


Por Danny Perea

En la biografía del personaje resalté con marcador todas las cosas que me parecían claves; es decir, que Josefina tenía que reflejar constantemente. Una de las cosas que más me preocupaba era el lenguaje corporal que iba a manejar. Me obsesioné durante mucho tiempo con la manera en la que quería que Josefina hablara; estaba convencida de que alguien así no podía hablar de manera “normal” o fluida. Tenía que reflejar un pánico constante al emitir cualquier movimiento, al emitir cualquier palabra; después de todo, Josefina cree que todo cuanto toca lo destruye.

También pensé que sería nefasto convertirla en una clásica tartamuda: “yo yo yo, que que que quiero, un un un…” Tenía mucho miedo de caer en un cliché gigantesco, pero también sabía que resultaría poco creíble si la hacía hablar de manera normal. Tuve que decidir entre la posibilidad de arriesgarme o no hacerlo… Decidí arriesgarme.

Llegó un momento en que sabía que ya no podía seguir intelectualizando al personaje pues esto sólo terminaría por ir en contra mía. Me dije entonces: “ya tienes algunos elementos, ve por tu cámara de video, conviértete en Josefina y grábalo en este instante, después lo ves y empiezas a destrozarte, pero por lo menos ya caminaste un paso más”.

Me senté, acomodé la cámara, puse el guión delante de mí y para convertirme en Josefina hice algo que me ha ayudado en todas mis demás actuaciones. Ese algo tiene su base en un juego que hacía conmigo misma cuando tenía como ocho o nueve años. En ese “juego” solía mirar a un punto fijo hasta que se me nublara la vista, repitiéndome: "tú eres Daniela, no eres nadie más… Eres Daniela, naciste el 1 de abril, tienes el pelo negro, la voz ronca, tú no eres ni tu papá, ni tu mamá, ni tu hermano… eres Daniela…"

Sé que suena por demás pacheco, pero al hacer esto era como si todo lo que fuera “yo” me golpeara de manera tan clara que, al terminar el juego, cuando mi vista ya no estaba nublada, era como si caminara mucho más cerca de mi identidad, algo así como sentirme mucho más Daniela.


Aunque sé que lo anterior ameritaría poner de fondo la canción de Los Beatles Lucy in the Sky with Diamonds, eso es exactamente lo que hago al actuar, pero convenciéndome de ser el personaje en cuestión.

Hice lo mismo esa noche en la que me confronté con mi cámara de video; le puse REC y empecé a actuar. Al terminar lo vi y aunque dudé de muchas cosas -pues cuando critico mi trabajo pareciera que me baso en la “duda metódica” de Descartes- no me pareció un desastre tan apocalíptico como había imaginado que sería. De cualquier modo, sabía definitivamente que necesitaba una opinión mucho más objetiva que la mía; necesitaba la opinión de mi director y también necesitaba que me dijera si estas propuestas le funcionaban para su película o si estaba loca y que empezara todo de nuevo.

Afortunadamente, cuando lo volví a ver hablamos acerca de todo lo que había investigado y todo lo que había pensado acerca de Josefina; él aceptó mis propuestas y estaba de acuerdo en lo que había construido acerca del personaje. Me dio una libertad que asumí como confianza, la cual le agradeceré siempre y de manera profunda.

Las últimas semanas antes de filmar fueron un infierno; yo estaba muy angustiada y agotada mentalmente. Finalmente, llegó el momento de filmar la película. Las primeras dos semanas fueron muy difíciles para mí, lloraba durante el viaje de regreso a casa diciéndole a mi mamá (la cual siempre me acompaña en mi trabajo pues la necesito, es mi brazo derecho y mi amuleto) que sentía que lo estaba haciendo muy mal, que no me gustaba. Ella me tranquilizaba tratándome de convencer de lo contrario.

Conforme fueron pasando las semanas, me iba sintiendo más cómoda, pues siempre he creído que un personaje sólo lo puedes ir hormando con el tiempo.

Filmar siempre será más complicado que como lo habías pensado o ensayado; en el caso de Josefina fue algo muy paradójico lo que me pasó pues detrás de cámaras el ambiente era tan lindo con todas las actrices que empezaba a entrar en un estado emocional de levedad y relajación nada conveniente para interpretar a Josefina. Así que una media hora antes me “golpeaba emocionalmente”. Sí, de pronto, en medio de una linda convivencia con Magali, Fuzz, Liz, Martha, Mónica, Verónica Langer, Valeria y la adoradísima Verónica Falcón, decía: “bueno, tengo que ir a madrearme emocionalmente antes de entrar a escena”.


Y me iba a las mesas del catering para ponerme los audífonos de mi discman para escuchar la música de la película La mirada de Ulises, pues el escuchar este extraordinario soundtrack me ayudaba a contactar con una sensación de devastación y soledad. Era como maquillarme antes de salir a escena, sólo que para mí no había mejor herramienta de trabajo para reflejar la desolación y una tristeza profunda que una buena sesión en contacto con las emociones que requería el personaje.

Recuerdo que cuando lo hacía en las mesas instaladas para el catering me daba pena hacerlo delante de la gente que lo manejaba; siempre creí que se me quedaban viendo con cara de “esta chava, tiene problemas”.

Imagínenme en medio de una mesa enorme, mirando fijo y a un paso de romper en llanto. Ellos no sabían que lo que me repetía en la cabeza constantemente era: "tú eres Josefina, no vales nada, no eres nada, eres sólo una mierda que no tiene razón de existir, eres lastimada porque mereces serlo, eres un asco de ser humano, eres un remedo de ser humano…"

Esta era la misma retahíla que me repetía minutos antes de empezar a filmar acompañada siempre de la música de La mirada de Ulises, minutos antes de que el adoradísimo Edher (asistente de dirección) me dijera: “¡Danny, al set!”. Y si tenía la oportunidad, hasta los últimos segundos antes de estar ya en el set y que Gustavo Moheno gritara “¡Acción!

¡Acción!” Ese era el llamado para que Josefina, simplemente, hiciera eclosión en mí…

jueves, 6 de septiembre de 2007

EN BUSCA DE JOSEFINA (PRIMERA PARTE)


Fue hace tres años. Transcurría la fiesta de inauguración del Segundo Festival Internacional de Cine de Morelia cuando me topé accidentalmente con el rostro más interesante de la noche: una jovencita de piel muy blanca y largo cabello negro que parecía escudriñar a todos los presentes con una de las miradas más penetrantes y al mismo tiempo hermosas que yo había visto en mi vida... una de esas personas que destilan humanidad, gracia e inteligencia. Soy un mirón confeso, así que me paré a observarla. Segundos después, la chica sintió mi mirada -seguro que ella de ésto ya no se acuerda-, me clavó como dardos sus ojos oscuros y yo tuve que hacerme el disimulado y avanzar un tanto apenado hacia otro rincón del recinto donde se llevaba a cabo el evento... Dos días más tarde -era domingo- descubrí en la oscuridad de un cine que se trataba de la protagonista de esa delicia de película llamada Temporada de patos.

La pantalla me reveló no sólo a una gran actriz, sino también a una notable presencia cinematográfica (no toda actriz puede jactarse de ser una "presencia"; después de todo, ese "ingrediente" es lo que hace a las grandes estrellas fílmicas), algo que yo ya había presentido, o mejor dicho constatado, la noche de la fiesta.

Pasaron dos años y mientras preparaba el rodaje inminente de Hasta el viento tiene miedo, supe que quería trabajar con esta actriz que tanto me había llamado la atención, amén de que sólo había escuchado maravillas en torno a su profesionalismo y pasión por el medio.

Al conocerla bien por primera vez, sin miradas furtivas de por medio, comprobé que todos esos rumores eran ciertos. Y es que Danny Perea sólo tiene 21 años, pero es un portento; lo digo sin exagerar, con total honestidad y profunda admiración hacia su trabajo. Estoy muy orgulloso de haberla captado en celuloide durante lo que a mí y a muchos de los que trabajamos en esta película, nos pareció un momento importante de su vida; o sea, en "estado de gracia", luciendo como una presencia fascinante y desarrollando un "performance" que, ya se lo dije a ella en alguna ocasión, fue el regalo más abrumador que pudo haberle hecho a esta película, la película de todos.

Así que en las siguientes líneas, Danny les contará sobre el proceso que la llevó a crear lo que me gusta llamar "el eterno resplandor de la esquizofrénica Josefina", y sobre cómo todo empezó con una sesión de casting que, la neta, yo sólo le hice porque era un requisito y había que guardar las apariencias ya que la realidad es que la quería en la película costase lo que costase.

En efecto, querida Danny. Como Renée Zellweger le dice a Tom Cruise en la mejor escena de Jerry Maguire: "You had me at 'hello'".

Gustavo Moheno



En busca de Josefina (primera parte)

Por Danny Perea


No recuerdo en qué mes exactamente del segundo semestre del año pasado me hablaron para una audición. La directora de casting -Laura Trejo- me explicó cómo era el personaje y me mandó las líneas que tenía que aprenderme, mismas que ensayé durante el fin de semana que fui a ver el documental En el hoyo, de Juan Carlos Rulfo. Lo recuerdo bien porque aquello está muy ligado en mi memoria a todos los demás increíbles recuerdos de Hasta el viento tiene miedo.

Llegó el día del casting y me vestí como colegiala, pues fue lo que me recomendó Laura para hacer la audición. Arribé a un edificio azul que reconocí de inmediato, pues es donde se encuentran las oficinas de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas, la cual visito frecuentemente desde que me gané el Ariel por Temporada de patos, pues al ser ganadora, la Academia te hace el honor de ser jurado durante tres años.

Cuando entré a la oficinas de Hasta el viento tiene miedo saludé calurosamente a Laura, pues la conozco desde hace varios años y había pasado tiempo antes de volverla a ver. Me pasó a un cuarto donde había una persona sentada con una mirada indiscutiblemente dulce; al segundo siguiente descubriría que era el director de la película. Me presenté y me pidió que empezara con el casting. Lo hice.

Antes de irme el director le preguntó a Laura Trejo si también me había mandado las líneas de Josefina. Ella respondió que no. El director me preguntó si tenía tiempo para aprendérmelas y yo le dije que sí (aunque después tuve que disculparme con mi familia porque estaban esperándome para comer). Me platicó acerca del personaje y pensé, “este personaje está muy fregón (chingón fue la palabra exacta que pensé, para ser honesta); este es el personaje que he estado esperando desde hace mucho”.

Leí las líneas y las memoricé. Cuando ya tenía la seguridad de habérmelas aprendido dije, “ok, ahora tienes que tratar de crear un personaje lo más pronto posible, pues el director no tiene tu tiempo, niña”. Entré en pánico al pensar que la premura podría hacerme caer en el cliché al interpretar este personaje, pues regarla no era difícil. Después de un tiempo tomé una gran bocanada de aire y también una gran bocanada de cinismo, pues eran los dos únicos recursos de los cuales disponía para tener valor.


Entré de nuevo al cuarto. Antes de empezar con la escena yo miraba al director con unas ganas de decirle: “perdón, es lo único que pude resolver en 25 minutos”. No se lo dije y sólo me limité a hacer la prueba con este nuevo y absolutamente retador personaje. Al terminar, el director sonrió y entre risas me dijo: “y bien, ¿qué es lo que tienes que hacer del 20 de noviembre al veintitantos de diciembre?

Me emocioné, sensación que suelo reprimir de inmediato ya que al querer ser objetiva con mi trabajo o con la reacción que los demás tienen de él (plan extremadamente inviable cuando se trata de hacerlo con uno mismo), nunca escucho claramente las buenas noticias, o sospecho de ellas y las escudriño hasta deformarlas de maneras tan ajenas a la realidad, que hay veces que mi madre se enoja conmigo y me dice: “¡bueno! ¿¡Pero es que cuando alguien te dice algo lindo acerca de tu trabajo te vuelves sorda o es que sólo experimentas un lobotomía fulminante!?

Entonces, aquella expresión de alegría del director después del casting la juzgué de alucinación mía y regresé a mi casa. Mi mamá me preguntó que cómo me había ido y yo, como siempre que hace la misma pregunta, le respondí: “No sé, a ver qué pasa”. Como a las dos semanas me habló Laura para decirme que me había quedado en la película... Yo le pregunté que con qué personaje me había quedado, deseando con todas mis fuerzas que ella respondiera Josefina… y así lo hizo.

Recibí físicamente el guión, lo cual me resulta mucho más emocionante que recibirlo por mail. Llegué a mi casa a leerlo y cuando lo terminé dije: “me encanta, me encanta”. Y al seguir descubriendo a Josefina me decía: “¡Danny, qué maravilla! Esto es lo que habías querido hacer desde hace tanto”. La alegría me duró exactamente un lapso de cinco minutos porque volví a entrar en pánico. El personaje era realmente muy complejo y una de las cosas que lo hacían aún más era el hecho de que ella padecía de esquizofrenia.


Esa misma noche me quedé hasta las cinco de la mañana investigando acerca de la esquizofrenia. Estuve lejos de sentirme aliviada después de leer cientos de artículos acerca de este padecimiento, pues descubrí que, en sí, era absoluta y profundamente complejo. Tenía que descubrir si funcionaba que Josefina tuviera una esquizofrenia paranoide o una desorganizada, una catatónica o una no diferenciada, y en todas y cada una de ellas existen síntomas positivos y síntomas negativos. Dentro de los positivos se encontraban los síntomas en el ámbito del pensamiento como la angustia y la excitabilidad; dentro de los síntomas positivos vegetativos se encontraban el insomnio, las palpitaciones, sudores, mareos, trastornos gastrointestinales, trastornos respiratorios, entre otros; y en los síntomas positivos de la motricidad se encontraban el comportamiento agresivo y/o agitado, inquietud corporal, movimientos extraños y absurdos, conducta repetitiva.

No conforme con eso, Josefina cree ser acosada por un fantasma, tiene conductas físicas autodestructivas, un sentimiento de culpabilidad gigantesco por algo que ha pasado un año antes de cuando se desarrolla la historia y una autoestima nula…

No paraba de pensar en Josefina, día y noche, todo el tiempo. Me preguntaba: ¿cómo camina Josefina? ¿Cómo mira, cómo siente, cómo habla?


Tampoco podía dejar de preguntarme qué era lo que había llevado al alma y la mente de Josefina a llegar a todos estos indeseables límites. En ese momento sabía que necesitaba una biografía del personaje. Se la pedí al director y me la dio de inmediato. La leí y me pareció una biografía precisa y muy interesante. Al tener otro elemento más para construir a Josefina me sentí relativamente aliviada pues sabía que aún faltaba un largo camino por recorrer…

(CONTINUARÁ MAÑANA)

miércoles, 5 de septiembre de 2007

¿POS QUIÉN SERÁ TÚ...?

Una disculpa a todos los fieles seguidores de este blog, pero, ahora sí que como reza una famosa canción de Joaquín Sabina, anoche "nos dieron las 10 y las 11 y las 12 y la 1 y las 2 y las 3", y no parábamos con algunos asuntos relacionados con el marketing, el trailer y el videoclip de la película. Veo, no obstante, que ha despertado bastante morbo saber quién soy yo, el mentado Wind Master, por lo que me obligan a ir pensando en un concursillo -con su respectivo premio, por supuesto- dirigido a adivinar mi verdadera identidad. Así que próximamente publicaré las bases y una lista de "nominados", ja, ja... Mientras tanto, nos vemos mañana con una entrada que, estoy seguro, les va a encantar. Abrazote.

Mafer y Martha pensando si le entran al megaconcurso "Adivina la identidad de Wind Master".

martes, 4 de septiembre de 2007

LOS ROSTROS DETRÁS DE CÁMARAS...

No son todos los que están, ni están todos los que son, pero estos son algunos de los valientes que sacaron adelante Hasta el viento tiene miedo.

Arturo de la Rosa (director de fotografía).

Fermín Hernández (asistente de cámara) y con el ojo en la Panavision el operador de la misma: Juan Carlos Lazo.

Guillermo González (continuista o supervisor de script).

Ignacio Sánchez (gaffer).

Devorah Galván (prop master) y Osiris Aburto (coordinador de arte en set).

Carlos Rosas, nuestro estimado foto-fijas, acompañado por Mafer y Magali.

Susana Garduño (sonidista).

Gerson Palomares (loader).

Vladimir Flores (coordinador de producción), Mariana Omaña (gerente de locaciones) y Edher Campos (segundo asistente de dirección).

Verónica Langer (al centro) acompañada por Ángeles Villarreal (diseñadora de vestuario), Dolores Herrera (asistente de maquillaje), Natalia Hernández (estilista), y la doctora de la unidad.

El director Gustavo Moheno. Al fondo se encuentra el "rudo" y experto dollysta Alejandro Casas.

lunes, 3 de septiembre de 2007

NOS ALCANZÓ SEPTIEMBRE... ¡FALTAN SÓLO 46 DÍAS PARA EL ESTRENO!



La "bengala" ha sido lanzada: el teaser-póster ya está en cines.

Mientras tanto, continuamos afinando los detalles del trailer que llegará pronto a las pantallas...